Artesanía y tecnología: la unión que hackea el sistema, con Lorena Madrazo
TEXTO PAULA RODRÍGUEZ
FOTOGRAFÍA PAULA CABALLERO
Cuando cerramos los ojos y pensamos en artesanía, es probable que veamos a una persona curtida por el tiempo y el trabajo, que conoce muy bien la materia prima y sabe transformarla con su herramienta más poderosa: las manos, que con destreza, crean objetos únicos llenos de belleza y significado.
En cambio, cuando pensamos en tecnología, nuestra mente suele recurrir a un imaginario bien diferente: ordenadores, teléfonos… incluso cosas más intangibles como la inteligencia artificial o el metaverso. Con estas dos imágenes en mente, la conexión entre ambos mundos no resulta evidente.
Yo también lo creía, hasta que el verano pasado leí El tejido de la civilización, de Virginia Postrel. Aquella lectura cambió mi perspectiva: comprendí que la separación entre artesanía y tecnología es más reciente de lo que imaginaba. Desde entonces, este pensamiento no ha dejado de revolotear en mi mente, porque ha sido descubrir un mundo nuevo.
Un mundo que me gusta mucho más al sentir que la artesanía nos ha acompañado desde siempre y que gracias a ella hemos podido evolucionar como especie. Separarla del concepto de tecnología —y, por ende, de lo útil, de lo que impulsa el progreso— es una forma injusta de tratar aquello que nos ha traído hasta aquí y a lo que tanto debemos.
En mi conversación con Lorena Madrazo —diseñadora, investigadora y artista textil— compartimos un sentimiento similar: ambas tenemos la necesidad de reivindicar lo artesano, el valor del oficio. Y más aún, reivindicar la artesanía como tecnología.
Hablamos con ella para explorar esta relación que, con demasiada frecuencia, pasa inadvertida. Esta es nuestra invitación a redescubrir las conexiones entre la tecnología y la artesanía, entrelazadas como un tejido desde sus inicios: la trama y la urdimbre de una misma historia.
La primera pregunta que guía esta conversación aborda precisamente esa desconexión. Lorena explica que esta separación se afianzó con el avance de la Revolución Industrial, cuando la tecnología comenzó a despuntar y a maravillarnos, dejamos de lado a los oficios. “También tiene que ver con el dar por hecho y desvalorizar el trabajo hecho con las manos”, apunta. Aquello que nos ayudó a evolucionar como especie, "permitiéndonos hacernos nuestros propios ropajes para cubrirnos y distinguirnos", pasó a un segundo o tercer plano.
No me tiemblan las manos al teclearlo: la artesanía fue una de las primeras formas de tecnología. El telar, por ejemplo, no solo revolucionó la producción textil, sino que también sentó las bases de los ordenadores, siendo el telar Jacquard uno de los primeros sistemas en utilizar código. La historia nos muestra que tecnología y artesanía no son opuestos, sino caminos entrelazados.
Por suerte, hoy somos testigos de una revalorización de lo artesanal. “Se le está dando una categoría de lujo e incluso de arte. Se le está quitando el ‘sanía’ para ser solo ‘arte’”, señala Lorena. Esta transformación se refleja en la creciente presencia de artesanía en galerías y ferias. Un cambio posible gracias al trabajo de comisarios y artistas que exploran las múltiples posibilidades de los oficios tradicionales, integrándolos en el lenguaje contemporáneo del arte.
Y es que hay muchas maneras de reivindicar el valor de lo artesanal. Lorena, a través de su práctica, transita ambos mundos: arte(sanía) y tecnología. Estudió diseño digital, creando productos digitales, rodeada constantemente de pantallas, resoluciones e interfaces. Esta inmersión en el mundo digital generó en ella la necesidad de crear con las manos y conectar lo digital con lo tangible: "Me preguntaba cómo hacer el puente con la realidad", confiesa. De esa inquietud, y de su reflexión sobre la obsolescencia de los dispositivos tecnológicos, nació Appsolescencia, un proyecto que fusiona el textil con la tecnología y que toma su nombre de la obsolescencia programada, "quería hacer algo que perdurara, que fuese un recuerdo".
Artesanía y tecnología —entendida hoy como los artefactos del siglo XXI, como la realidad virtual— pueden potenciarse mutuamente. Lo artesanal aporta lo tangible a lo digital, como señala Lorena, quien expresa su fascinación por una realidad virtual “real”: aquella que se entrelaza con la memoria, la historia y la narrativa. “Historias de personas, de animales, de objetos, incluso de ficción… pero contadas con fidelidad a la realidad. Y ahí veo una gran oportunidad para la artesanía”, concluye.
Esta visión la ha llevado a explorar de manera intuitiva cómo unir estas dos experiencias a través de lo visual y lo digital. "Desde la posibilidad de escanear piezas físicas en 3D e implantarlas en otros entornos, hasta la creación de vídeos de realidad virtual que permitan visualizar esas piezas en una experiencia inmersiva, contando la historia de cada una: de dónde vienen, el valor de la trashumancia...", explica. Para ella, ese es el puente: una conexión natural entre tecnología y artesanía, "no una unión forzada, sino fluida y sólida, como un puente romano".
Para Lorena, es fundamental democratizar el acceso a estas herramientas y propone iniciativas para acercarlas a un público más amplio. A la hora de enseñar Diseño de moda, resalta la importancia de integrar estas tecnologías de manera inclusiva, especialmente por su impacto en el medioambiente: "Con el desastre actual del residuo textil, el uso de estas tecnologías es una oportunidad increíble. Herramientas como ‘CLO 3D’ permiten diseñar sin usar tejidos ni materiales físicos, creando previsiones visuales de una colección que funciona tanto en el mundo real como en el metaverso".
Capturas de vídeos de objetos escaneados en 3D integrados en nuevos escenarios mediante realidad aumentada. Todo realizado directamente desde un iPhone
Desde sus primeros pasos, la tecnología ha mantenido una conexión profunda con la comunidad, algo que comparte con la artesanía. El open source es un claro ejemplo de esta filosofía: "es una forma rebelde de hackear el sistema". Este enfoque se conecta directamente con la esencia de los oficios tradicionales y la artesanía: “compartir lo que sabes, no guardarlo para ti como si fuera un secreto personal”. De ahí que hackear el sistema sea, en realidad, un regreso a los valores de la artesanía en donde el conocimiento es colectivo. Un ejemplo de ello es La Hacería, de la que Lorena forma parte. Creada por el diseñador Moisés Nieto, este proyecto nació con el propósito de visibilizar el trabajo de artesanas nacionales y fomentar la creación de proyectos colaborativos.
Vale la pena enterrar la equivocada —o mal concebida— idea de artesanía como algo sin vida, anclado al pasado y que no habla de ni de actualidad ni de progreso y, por tanto, tampoco de tecnología. Así lo entiende también Lorena, quien al final de la conversación reconoce que su trabajo va mucho más allá de lo individual: “Me doy cuenta de que lo que hago tiene mucho potencial e involucra a muchas personas: desde quienes trabajan con la materia prima hasta quienes investigan en mundos digitales”. Su reflexión evidencia que la artesanía no es una práctica aislada, sino un entramado donde confluyen saberes y voces diversas. “Hay un montón de gente activando esta reflexión. No estoy sola, soy una voz de muchas otras, un altavoz”.
Desde luego, la artesanía habla de lo que fuimos y de lo que somos ahora, y con ese conocimiento tan sabio e importante, merece la pena construir un futuro mejor que empieza hoy, por un presente más consciente. Una consciencia que la tecnología puede ayudar a expandir.